domingo, 18 de agosto de 2013

Noli me tangere

Cuando sabes toda la historia, o gran parte de ella, cuando has visto los capítulos de la vida de alguien desde lo más importante entiendes la magnitud de los acontecimientos. Ves reflejo el eco del pasado en cada cosa que hace, dice, piensa y entiendes la importancia de los pequeños detalles.
Cada uno sabe lo que ha hecho. Cada uno lleva su carga como puede. Algunos necesitan hablar, confesarse y después se tranquilizan pensando que ya está bien sin entender que el hecho de que lo confieses no lo anula, está hecho. Otros intentan enmendarlo con buenas acciones, y pasan toda la vida haciendo el bien con el regusto amargo de la culpa. Otros se prometen hacer el bien "un día". La semana que viene, cuando pasen unos años, cuando ya no haga daño. Es decir, cuando ya no sirva para nada. También hay un grupo de personas felices a los que sinceramente no les importa al carecer de este tipo de consciencia. Pero la culpa siempre está dentro. Forma parte de uno mismo. Y aunque no exista, aunque solo sea una palabra con la que intentamos explicar algo que sentimos, tarde o temprano habrá que afrontarlo. Confío en que todos pueden hacer lo correcto. Sentarse a escribir una carta, encontrar a alguien, hacer feliz a alguien sin que lo sepa... Pero esta clase de corrección, aunque sea la única salida para la culpa no es la pura, primaria corrección que sentimos al evitar el daño al principio, cuando aún no está hecho, en aquel borde. Este borde. Cuando te planteas si algo es correcto o no, aunque en el fondo sabes que si dudas es porque algo no va bien. Pero a veces ya está empezado, y es muy difícil parar. Es difícil hacer lo correcto. Es difícil incluso planteárselo.
 Entonces empiezas a coger velocidad. Ya puedo hacer cualquier cosa. Mientras sueñas con que alguien borre tu vida y te deje en un nuevo lugar para que empieces de cero. Lástima que sea imposible empezar de cero. No puedes cambiar lo que ya está hecho. Pero queda evitar más errores, frenar, aceptar el regusto amargo y enfrentarte a ti mismo. Se puede empezar poco a poco. Leí en algún libro que si coges un papel y empiezas a escribir verdades al principio será difícil, casi imposible, pero si te esfuerzas con el tiempo acabarás por sincerarte contigo mismo. Luego, es mejor quemar ese papel.

¿Bailamos? Un vals clásico, un poco sombrío. Vestidos antiguos, pasos, pasos, máscaras. Se apaga la luz.

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