domingo, 10 de febrero de 2013

"Yo soy un sueño, un imposible (...)"

Estás en tu dormitorio. Miras alrededor y de pronto te das cuenta de que no hay juguetes. ¿Desde cuando sé cocinar? ¿Desde cuando no me da miedo la oscuridad? Sales de la habitación y no están tus padres, ni tu casa, ni tu ciudad, y miras por la ventana y llueve. No más juegos, esto es serio, pero no por eso peor. Sabes que te espera algo grandioso, estamos en edad de intercambiarnos autógrafos, ahora, que no nos cuesta nada.
Entro en la clase, avanzo por las filas de mesas y sillas, me siento tras la mesa del profesor sintiéndome una intrusa. Varios pares de ojos que me observan. Hace tan poco que era yo la que observaba al profesor... La que no prestaba atención en clase, mascaba chicle, bebía red bull, última fila y hablando o primera y toda oídos. Y ahora estoy aquí, observando la clase, pensando en cómo el mundo ha girado para que acabe así. ¿Cuántos años tengo?
Quiero salir con un filósofo y que me explique, por favor, las desventajas del amor cartesiano. Una vez existió, muy lejos, un país en el que las personas al saludarse se decían en lugar de "¿Qué tal?" - ¿Eres feliz?
De mi boca sin embargo, escapa el "¿Qué tal?" antes de que mi mente lo frene con "¡Pero si no te importa!", y tengo que aguardar pacientemente mientras acaba la formalidad.

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