sábado, 9 de febrero de 2013

Asolas con María (2ª parte)



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Todos escriben sobre el mundo, sobre lo que pasa fuera, sobre la sociedad, la política, las relaciones, los lugares, películas, música, personas, formas de pensar en general… Yo no. Desde mi egocentrismo idólatra toda mi actividad cerebral se centra en mi persona. Lo que pienso, lo que siento, lo que quiero… Parece mentira que esto coexista con la falta absoluta de transparencia de mi fuero interno. Es decir. Soy incapaz de ser sincera. Ni siquiera en pensamientos. Por eso no pienso, ¿para qué? Si voy a mentirme. Ni hablar queda del resto del mundo, la gente que se comunica conmigo. La gente que lo intenta (hay gente que lo intenta!). Ni aun aquellos más observadores que ven detalles que el resto obvía. La garganta arde cada vez menos. Luego el mundo para de girar y hay que volver a empezar. Cerrar los ojos y mirar alrededor. Olvidar. El tiempo tiene que pasar. Es una tontería pedir que se detenga. Necesito que avance. Hace un mes exactamente deseé perder los dos años siguientes de mi vida. Deseé que pasaran sin vivirlos. Ahora no pienso lo mismo. Sé que necesito vivirlos. Y pasan los días. Tan felices, tan vacíos de pensamientos. Comodidad psicológica rebosante. Sentir miedo a la proximidad y disfrutar de ese miedo. Esta mañana he pasado unos diez minutos sacando fotos a las puertas de mi armario. Me gustaba cómo le quedaba la luz del sol.
La meta es romper tus defensas. Destuir el muro al lado de la puerta, tal vez abierta. Dejar el agujero e irme sin entrar. Suplicar otra oportunidad y cuando te la concedan rechazarla y desaparecer victorioso. Niebla, un castillo de luces en la costa. Sólo luces en la niebla. Un camino hacia la nada. Uno de los recuerdos más nítidos de mi infancia. ¿Qué infancia? Hace muchos años que no recuerdo nada de ella.
¿Podría acostumbrarme a (…)? Claro que no. En cuanto tenga la costumbre comenzaré a destruirla. Me hace feliz. Todo. ¿Consejos? ¿Que quiero abarcar demasiado? Creía que había dejado claro lo que pienso de los consejos. Todos saben de antemano lo que van a hacer. Nadie necesita consejo. Mucho menos los que lo piden. Yo no pido nada. No necesito nada. Estoy bien. ¿Por qué nadie me cree? Estoy bien. No imagino una existencia mejor. Una última vez más. Borrarlo todo. Perdonar la insolencia pero condenar el perdón. Frases cortas, ¿énfasis? No, hastío. Pereza. Estoy bien, y no quiero que me creáis. Abrid las puertas. Quiero fingir que entro. Subid las defensas, lo divertido es derribarlas. Nadie quiere quedarse en medio de unas ruinas. Queda tan poco tiempo, 4 meses y subo de nivel.
Vamos a cuestionar opiniones. Ya que no quiero dar la mía (no la sé, no me la he querido contar). Cuando estoy frente a la más jodida realidad me cohíbo, prefiero estar aquí dentro. No salir, no hablar, mejor, no decír. Las personas cambian poco a poco, es una opinión, las personas cambian a ostias, es otra. Cambiar a ostias, de golpe en golpe, estar como una cabra y despertar una y otra vez, volver a dormir. Escuchar como el silencio susurra lo que hay que decir. Como en el cielo ver la niebla y soñar, oír, y conseguir porfin entenderte, entenderos. Estar de acuerdo o sentir aversión, estar cerca y distante o lejos y tan presente como una noche en la que una de las dos personas fumaba. No es lo mejor que he escrito, pero me resbala. No leas. ¿No me sigues? Que importa. Y no todo, solo una parte del texto te pertenece. Y esfumarse. Como siempre.
Una noche con estrellas, mitad las de siempre, mitad nuevas. Otra disposición demasiado cercana. Escojo una y esa es a la que le pido deseos aquí. No se porque La que más brille. Deseos dispersos, dispares, locos. Voy a realizar lo que en principio era mentira. Algo estúpido, pero no tanto. Otra pincelada de locura, pero de tono caoba claro, verdáceo al sol. El lienzo queda extraño, difuminado. Con lo que llevo es suficiente.
Levanto una copa en la mano, brindando por los dos.

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