sábado, 19 de enero de 2013

Juguetes

¿Jugamos el escondite? Vale en todo el mundo, y no hay casitas. Cierra los ojos, cuenta hasta 2 años, yo me escondo y luego me buscas. Dicen que el mundo es un pañuelo. Suerte. Es lo que siempre hacemos, a mí ya me tocó.
De pequeña pensaba que las personas eran juguetes también, más grandes, se movían y también hablaban. Pero estaban allí para que jugara con ellos. Y es lo que hago. Siempre es emocionante descubrir uno nuevo, todos somos nuevos para otros niños alguna vez. Ahora desearía que se pudiese prolongar indefinidamente la sensación de novedad. Acostumbrarse a algo es demasiado fácil y da miedo. Estoy tratando de encontrar una manera de regresar una y otra vez a la emoción de jugar por primera vez.
 Un patio, lluvia, y la mejor sensación de mi vida. Esperanza. Respirar el aire de aquel pueblo y estar en paz. Sin ataduras, completamente libre, como ahora.
No soy capaz de vivir con una deuda a mis espaldas, en cuanto termine de arreglar las cosas por adelantado seré libre de irme incluso de aquí. ¿Por qué irse de un lugar en el que se está en paz? Porque la paz, la felicidad, la euforia, es una droga. Siempre se busca una dosis mayor. Mientras piense que existe una dosis mayor la buscaré. No he huido para formar una vida, he huido para seguir haciéndolo eternamente. Miedo a las ataduras? Pánico. No siempre es malo, a veces ayuda a seguir. Dejarlo atrás todo, una y otra vez. Es lo que quiero.
Sidney, 4 de la mañana. Salgo a la terraza y observo la ciudad. La única dificultad de esta forma de vida es que hay que evitar pensar en las personas que vas dejando atrás. Pero cuando te acostumbras es tan natural como el respirar. Al ver la vista de la ciudad, las luces, pienso que ya habrá tiempo para mirar atrás. Para algo está el lecho de muerte. Hasta entonces solo pienso en seguir adelante.
Dublin, cercanías de Tara, hogar de los O´Hara. Libertad, historia, el gran río. Las viejas historias parecen cobrar vida. Irlanda y su historia. Un viejo castillo que asoma entre la vegetación.
Kyoto, Nara, Leningrado, Argenitina, demasiadas pistas. Lo dejo. Sería demasiado fácil. Estoy aprendiendo a hablar menos. Mejor dicho hablar más diciendo menos. Es útil.
Una agenda que parece demasiado apretada para ser completamente libre. Engañoso. Las agendas también arden, igual que las personas, los recuerdos, las fotos, los diarios, los planes, las historias, la vida. Al final todo será ceniza.
Juguetes. Tan divertidos, tan fáciles de olvidar.
Ya no recordaba cómo era llenar los pulmones de aire, como era sentir que volaba, como inunda la euforia los sentidos y embriaga de poder. Poder ante todo. Unas alas nuevas, más resistentes cada vez.
Todos quieren ir al cielo, pero nadie quiere morir. Es fácil ser como yo. ¿Quieres jugar conmigo?


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